En opinión de Carolina Ruiz Rodríguez, Presidenta de la Comisión de Atención a Personas Migrantes en el H. Congreso del Estado de Morelos
En la parte culminante de los festejos patrios de este año, con motivo del Grito de Independencia, destaco de manera especial y como nunca, el papel de las mujeres en la vida política de nuestro país.
No solo porque, por primera vez en la historia, varias de ellas encabezaron estas ceremonias cívicas la noche del 15 de septiembre, sino también porque se rescató la memoria de heroínas que fueron fundamentales en la gesta de Independencia.
Resulta especialmente significativo que tanto la presidenta de la República, Claudia Sheinbaum Pardo, como nuestra gobernadora, Margarita González Saravia, incluyeran a las y los migrantes en el Grito de Independencia.
El pronunciar con firmeza “¡Vivan nuestras hermanas y hermanos migrantes!” no fue únicamente un gesto simbólico: representó un reconocimiento a la contribución que han realizado en nuestro país, así como a la invaluable participación de nuestras y nuestros connacionales en el desarrollo de los países a los que llegan, en particular en los Estados Unidos de América.
Un gesto similar ya lo había tenido, desde el balcón de Palacio Nacional, el expresidente Andrés Manuel López Obrador. Hoy, al reiterarse, cobra nueva fuerza y nos recuerda la deuda histórica que tenemos con las mujeres y con las y los migrantes.
Incluir a quienes migran en el Grito de Independencia es reconocer su esfuerzo, sus sacrificios y sus aportaciones, pero, sobre todo, visibilizar las difíciles condiciones que enfrentan más allá de nuestras fronteras. Muchas veces se trata de mujeres y hombres de origen indígena, que dejan sus comunidades para buscar mejores oportunidades en otras ciudades de México o en el extranjero.
Es un acto de solidaridad hacia quienes han sido maltratados, criminalizados, vulnerados en sus derechos fundamentales e, incluso, perseguidos, principalmente en los Estados Unidos. Hacia quienes han perdido la vida víctimas de abusos en un país que, paradójicamente, se proclama defensor de la libertad en el mundo.
De igual manera, en distintas plazas públicas del país se escucharon los “¡vivas!” dedicados a las mujeres indígenas y a las heroínas anónimas, quienes han aportado tanto a la historia de México y a quienes, sin embargo, se les ha reconocido tan poco o nada.
Sin duda, aunque su recuerdo estuvo presente en los Gritos de Independencia, nuestra deuda con todas ellas sigue siendo enorme. Queda mucho por hacer. Visibilizarlas en estas ceremonias es un gran paso, pero el verdadero compromiso debe ser incluirlas en los procesos de desarrollo, garantizarles mejores oportunidades a través de la acción de gobierno y ofrecerles una vida con mayor bienestar y dignidad.
Sí, es tiempo de mujeres, de igualdad, de reconocimiento a nuestra lucha de muchos años, pero también de mucho trabajo, de concretar acciones y simbolismos en una nueva realidad para todas, donde lo que hoy es excepción, sea la normalidad en nuestro día a día.
Un grito de reconocimiento y justicia: Dip. Carolina Ruíz Rodríguez

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