Como una forma de honrar a quienes partieron y, al mismo tiempo, reconocer el trabajo de las y los productores del estado
Con motivo de la celebración del Día de Muertos, una de las tradiciones más arraigadas y significativas en México, el Gobierno de “La tierra que nos une”, a través de la Secretaría de Desarrollo Agropecuario (Sedagro), invita a las familias a integrar en sus ofrendas los productos del campo morelense, como una forma de honrar a quienes partieron y, al mismo tiempo, reconocer el trabajo de las y los productores de la entidad.
El altar de muertos es un espacio en el que converge la vida y la memoria, donde cada elemento tiene un profundo significado: las flores, los aromas, y los sabores guían a las almas en su regreso. En este marco, los alimentos y ofrendas elaborados con productos del campo cobran un valor especial, al simbolizar la unión de la tradición con nuestras raíces agrícolas.
Entre los elementos que enriquecen estas ofrendas se encuentran las flores que guían el camino de las ánimas, como el cempasúchil y el terciopelo, cultivadas en municipios como Cuernavaca, Emiliano Zapata, Jiutepec y Tepoztlán, mientras que el terciopelo embellece los campos de Jantetelco. A ellas se suman los aromas del copal, que purifica y eleva las plegarias, así como los recipientes de barro, elaborados en Tlayacapan y la comunidad de Cuentepec, del municipio de Temixco, que conservan la esencia de lo artesanal.
En la mesa del altar no pueden faltar los alimentos que identifican a Morelos: el arroz cultivado en Jojutla, Mazatepec, Coatlán del Río y Cuautla; el mole acompañado de pollo, guajolote o gallina; así como los tamales, tlacoyos, tortillas, quesadillas y sopes, elaborados con maíz morelense, fruto de las 14 razas nativas que preservan nuestra identidad agrícola. El pan de muerto, preparado por manos de nuestros panaderos, se acompaña con arroz con leche, chocolate y café artesanal de Tepoztlán, ofreciendo el toque dulce y cálido de la celebración.
También se suman a la ofrenda las calaveritas de azúcar y las de amaranto, elaboradas en la comunidad de Huazulco, municipio de Temoac, donde esta tradición artesanal vive entre las manos de sus productores. No falta el dulce de calabaza con piloncillo, preparado con la variedad de tamalayota, cultivada en las milpas de nuestros campos.
A ello se agrega la riqueza de temporada con frutos que reflejan la abundancia agrícola del estado, como manzanas, tejocotes, guayabas y mandarinas, además de las preparaciones tradicionales de camote y camotillo.
Cada altar es distinto, pero todos comparten un mismo propósito: honrar la vida a través de la memoria. Al elegir productos del campo morelense, no sólo se preservan las costumbres ancestrales, sino también se fortalece la economía local y se enaltece el esfuerzo de quienes cultivan la tierra.







